É bem triste «La Revolución» não aguentar palavras que apenas irradiam uma perspectiva do mundo diferente da arremessada pelos artigos hiper-saudosistas, caluniosos ou ameaçadores do Granma e do Juventud Rebelde. O cerco americano a Cuba, que Obama começa agora gradualmente a levantar, sempre me pareceu uma medida injusta e desnecessária, resultado de uma política externa míope e influenciada pelos «gusanos» um tanto ressabiados de Miami, mas o cerco interno, praticado na ilha, à liberdade de opinião de quem é visivelmente desalinhado do discurso oficial, não é menos injusto e injustificado. Para além de um tanto paranóico. Que a havanesa Yoani Sánchez tenha de publicar o seu primeiro livro de crónicas em Itália é um sinal desse desajustamento.
Es abril y no hay mucho que hacer, solo mirar desde el balcón y confirmar que todo sigue como en marzo o en febrero. La Plaza de la Revolución -un pirulí truncado que asustaría a cualquier niño- domina los bloques de concreto de mi barrio. Frente a mí, dieciocho pisos de hormigón llevan el cartel de Ministerio de la Agricultura. Su tamaño es inversamente proporcional a la productividad de la tierra, así que me dedico a mirar con mi catalejo las oficinas vacías y sus ventanas rotas. Vivir en esta zona “ministerial” me permite interrogar los altos edificios desde los que salen las directivas y resoluciones para todo el país. Manías de orientar el lente y pensar “ellos me observan, pues yo también los observo a ellos”. De esas inspecciones con mi telescopio azul he sacado bien poco, la verdad, pero una impresión de inercia traspasa el cristal y se cuela a través del hormigón de mi edificio modelo yugoslavo.