Slavoj Žižek em entrevista à Babelia deste sábado.
P. ¿De verdad no quiere tomar nada? Jela Krecic, periodista treintañera, y tercera esposa de Zizek, se asoma un instante por el salón del apartamento, amplio y agradable, pero sin lujos especiales. Desde el patio ajardinado llega el canto de los mirlos. Este es el santuario de Zizek.
R. Aquí me gusta pasar el tiempo, trabajando en el ordenador, viendo películas [en un enorme televisor con pantalla de plasma], preparando nuevos proyectos. Con Sophie Fiennes voy a hacer la tercera guía pervertida, esta vez sobre el amor. Algo muy tradicional. El amor es percibido como patológico si es muy intenso. Hoy lo normal es ser promiscuo. Hasta tal punto estamos obsesionados con la idea moderna de hacer cosas, de ser dinámicos. Pero yo soy un romántico.
P. ¿No le pesa a veces cargar con su personaje de filósofo adorado por las masas?
R. No, porque soy un solitario. La gente cree que me gusta estar en público, pero mi momento más feliz es cuando acaba la conferencia. Aquí estoy en conflicto con todo el mundo, lo que me gusta es estar en casa, con mi mujer, dos o tres amigos. ¿Conoce usted Islandia? ¡Oh! Es el país donde querría vivir. No parece de este mundo, no hay árboles, ni hierba siquiera, es como otro planeta, como si Dios no hubiera terminado allí la creación.